Mijaíl Lifshitz fue un destacado filósofo, teórico y crítico de la cultura soviética, conocido por su profundo análisis sobre el arte y la estética, así como por su pensamiento marxista y su papel en la teoría del arte en la Unión Soviética. Nació el 18 de septiembre de 1905 en la ciudad de Járkov, que en aquel entonces formaba parte del Imperio Ruso y más tarde se convertiría en una de las principales ciudades industriales de Ucrania.
Desde muy joven, Lifshitz mostró un gran interés por la filosofía y la literatura. Estudió en la Universidad Estatal de Járkov y se involucró activamente en el movimiento de la vanguardia artística y literaria. Este entorno intelectual lo llevó a formar parte de un grupo de jóvenes pensadores que buscaban redefinir el papel del arte en la sociedad y su relación con el proletariado, inspirado por los principios del marxismo.
En la década de 1920, Lifshitz se trasladó a Moscú, donde continuó sus estudios y se unió al círculo de intelectuales que posteriormente serían conocidos como los constructivistas. Este grupo abogaba por una forma de arte que sirviera a las necesidades de la revolución y la nueva sociedad soviética. Lifshitz, sin embargo, se mostró crítico con algunas de las propuestas más radicales y abogó por una función más ética y humanística del arte.
Uno de los trabajos más influyentes de Lifshitz fue su libro “El arte y la revolución”, publicado en 1930, en el cual expone su visión sobre el papel del arte en la construcción del socialismo. En este texto, argumentaba que el arte no debe ser solo un medio de propaganda, sino que debe seguir siendo una forma de expresión que refleje las complejidades de la experiencia humana.
A lo largo de su vida, Lifshitz se dedicó al estudio de varios aspectos del arte, incluyendo la literatura, la pintura y la música. Se convirtió en un crítico feroz del formalismo y del arte que consideraba vacío o desprovisto de contenido político y social. Su enfoque era analítico y buscaba conectar las obras de arte con el contexto histórico y social en el que se habían producido.
Además de su trabajo crítico, Lifshitz también tuvo una carrera académica significativa. Enseñó en varias instituciones de educación superior y contribuyó a foros de debate sobre el arte y la cultura en la Unión Soviética. A pesar de las dificultades políticas y las purgas culturales que marcaron el régimen estalinista, mantuvo sus convicciones y su compromiso con un enfoque marxista del arte.
En la década de 1960, Lifshitz se unió al movimiento de la nueva oleada de intelectuales que cuestionaban las restricciones impuestas por el gobierno soviético. Su pensamiento crítico lo llevó a ser una figura relevante en la escena cultural y filosófica de la época, y su trabajo continuó influyendo en generaciones de pensadores y artistas, tanto en la URSS como en el extranjero.
A lo largo de su carrera, Mijaíl Lifshitz escribió numerosos ensayos y libros que exploraban la relación entre el arte y la política, así como las implicaciones sociales de la creación artística. Su enfoque multidisciplinario lo llevó a cruzar fronteras entre la filosofía, la historia del arte y la crítica literaria, ofreciendo una perspectiva única sobre las tensiones entre el arte y el poder.
A pesar de su éxito y reconocimiento, la vida de Lifshitz estuvo marcada por la tensión política y las repercusiones de sus ideas. Sus escritos a menudo desafiaban la ideología dominante y, en ocasiones, se encontró en desacuerdo con las autoridades culturales, lo que le ocasionó problemas. Sin embargo, su legado perdura y su pensamiento sigue siendo estudiado y discutido en la actualidad.
Mijaíl Lifshitz murió el 9 de marzo de 1983 en Moscú, dejando detrás un cuerpo de trabajo que desafía a las generaciones futuras a reflexionar sobre el papel del arte en la sociedad. Su vida y obra son un testimonio del potencial transformador del arte, así como de la capacidad crítica de la filosofía en contextos adversos.