El día que me vaya no se lo diré a nadie
Julián podría definirse como un perdedor: es poco productivo, acumula discos y libros, trabaja en una librería de segunda mano, pasa todas las noches en el mismo bar de Gràcia y cuida de sus zapatos y camisas como si se tratase de personas humanas. Para él, su único refugio es el Mundo Paralelo, un espacio de fantasía que no contribuye a facilitar su estancia racional en el planeta. Octavia pierde también lo suyo. Su trabajo (poner la voz en el metro, en los contestadores telefónicos y en incontables sitios más), ha ido erosionando su optimismo gota a gota. Su vida tampoco está en...